domingo, 1 de febrero de 2009

ella

Se quedó quieta escuchando el silencio, que la rodeaba como un bullicio de gente que le susurraba al oído. Ella no quería escuchar las voces que la incitaban a estar triste, pero la soledad la golpeaba con la fuerza de un huracán y ella poco a poco perdía la fuerza.
Se agarraba a la vida como se agarra la hoja a la rama, pero ella sabía que su invierno se acercaba, pronto se marchitaría y ya no podría hacer nada.
El miedo se apoderaba de su alma, perdía el control de sus sentimientos, perdía la noción de todo.
¿Por qué nadie la ayudaba?
¿ Por qué nadie se daba cuenta de su sufrimiento?
Le había tocado una vida de soledad y ella lo sabía, sabía que el destino era el que le había arrebatado las ilusiones. Ella vivía constantemente un sueño inalcanzable con el que no podía vivir, el cual no podía ni siquiera palpar, porque se esfumaba como un humo vaporoso que se le escurría entre las manos. Pero sin embargo seguía luchando, aunque no tuviese ganas luchaba. Aunque muchas veces flaqueaba lo intentaba una y otra vez.
Ayer se acostó más cansada de lo habitual, el cuerpo le pesaba como si fuese plomo que se hundía y se hundía en el fondo del mar.
Ella se apagó, poco a poco su respiración era más lenta y vi como las lágrimas le resbalaban por las mejillas mojando la almohada, sabía que ya no podía hacer nada. Una luz cegadora la arrastraba con una fuerza incomprensible, una fuerza incombatible y también poco a poco fue dejando la vida para pasar a un nuevo después.

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